La Culpa es de la Vaca para Mujeres
PRÓLOGO

   Cuando unas religiosas de clausura de un municipio antioqueño reescribieron unas historias de un libro nuestro anterior, y por su cuenta las convirtieron en pequeñas piezas de teatro —en las que ellas mismas actuaban para reforzar así los mensajes que esas narraciones proveían—, en ese momento confirmamos que estos trabajos de compilación valían la pena.

    En tal virtud ratificamos nuestra intención de no apartarnos del tenor general que anima a nuestras obras, a saber, estimular en muchos escenarios el debate en torno a los valores de nuestra sociedad utilizando las fábulas y las parábolas como una manera de presentar la verdad. Ambos usos son, indiscutiblemente, caminos para llegar a más amplios públicos y escenarios, a las escuelas, a las asociaciones comunitarias y muchos otros. Nos ha sido reconfortante que así se haya entendido nuestro esfuerzo.

    Dispuestos a seguir por esa vía, aceptamos entonces el encargo de los editores de hacer una compilación dedicada a las mujeres, y éste es el origen del presente libro: pensar en ellas en el contexto de la formación en valores. Esta tarea no fue nada fácil pues la vasta gama de libros y publicaciones sobre el alma femenina pasa por las que se ocupan de aquellos temas livianos y puramente estéticos, o de técnicas para ser atractivas y buenas amantes, hasta las más complejas interpretaciones sobre su conducta y sobre sus derechos y reivindicaciones en la historia. Como vimos imposible tocar todos los contenidos, por ello hicimos un gran esfuerzo de selección que esperamos haya sido afortunado.

   Una de las conquistas más importantes de la mujer fue su emancipación sexual que empieza en la década de los años veinte: Margaret Sanger promovió el diafragma como método de anticoncepción y el promedio de hijos por familia empezó a bajar. Como resultado de esta revolución sexual, y de nuevos patrones sociales, apareció el matrimonio de prueba. En forma simultánea salieron al mercado algunos aparatos eléctricos (la nevera, la plancha eléctrica, la lavadora de ropas, etc.) que aliviaron a las mujeres de sus tareas domésticas, permitiéndoles estudiar, preocuparse por la moda, realizar actividades deportivas y tener una vida social independiente, sin las ataduras del hombre, de los hijos y de la casa. La afluencia de las mujeres a las aulas universitarias incrementó su llegada al trabajo y se empezaron a ver mujeres oficinistas como parte integral de las empresas. El estilo de vida norteamericano y todas estas influencias llegaron a Europa y América Latina por la vía del cine, y contagiaron al mundo con (discutibles o no) nuevos ideales femeninos.  

    Sería, por lo tanto, interminable hacer el recuento de las luchas por los derechos políticos, la maternidad responsable, el trabajo igualitario, la protección de la seguridad social, y las elecciones sexuales. Pero procuramos dejar en nuestros lectores la idea de que lo que hoy vemos y disfrutamos, es muy reciente en la historia de la humanidad. Son procesos sociales nuevos, apenas en consolidación; son cambios en el pensamiento, en la sociedad y en la tecnología a los que nos estamos acomodando y que, de alguna manera, están todavía en construcción: por estas razones no es fácil tener respuestas concluyentes a muchos problemas que abordamos en este libro.

    El tema femenino tiene también una interpretación masculina. Por ello decidimos que la selección de las narraciones era un trabajo de ambos autores y que la visión de Jaime enriquecería la perspectiva que Marta Inés tiene de cada tema, y viceversa. Por lo tanto, los diálogos que hacemos al final de cada título procuran desarrollar asuntos que tocamos en nuestros seminarios y que nos parecen pertinentes, además de las lecciones inherentes en cada narración. Lo más seguro, es que nuestros lectores adviertan una gran confluencia de pareceres entre nosotros, resultado de treinta años de matrimonio y otros más de trabajar juntos.

    Como fruto de la experiencia con los otros libros nuestros, llegamos a la conclusión de que hay dos clases de moralejas: las implícitas, que se explican por sí mismas y que el lector las encuentra casi de manera natural; y las explícitas, que son acotaciones hechas bajo un marco de referencia determinado. A través de nuestros diálogos al final de cada historia pretendemos abundar en unas y otras, en especial a las que se les levanta ligeramente el velo para ayudar al aprovechamiento de la lectura.

    Es conveniente decir que este libro no es exclusivamente para mujeres. Los hombres de todas las edades y condiciones, pueden encontrar en estos mensajes algunas luces reveladoras del alma femenina y, del mismo modo, servir para que vean las posibilidades de otras conductas en ellos mismos. También esperamos que adolescentes y jóvenes lo aprovechen para conocerse mejor y responsabilizarse por su vida. Ni qué decir de padres y maestros, quienes pueden utilizar estas narraciones para reflexionar con sus alumnos, o con sus hijas, acerca de temas que les sean de interés para formar en valores o mejorar sus relaciones.

    Dar el paso hacia una nueva publicación con un tema tan sensible es para nosotros un reto muy significativo; sin embargo, la multitud de mensajes que hemos recibido, de muy diversas partes del continente y de nuestro país, nos estimula y nos obliga a dar sinceros agradecimientos a todos nuestros corresponsales. Precisamente una de ellas, Luisa Fernández Suárez Monsalve nos hizo llegar, con su permiso de utilización, dos narraciones que incluimos en este libro y que se constituyen en un homenaje a esa construcción colectiva que significa la educación en valores

    La compilación de escritos que presentamos en este libro tiene sus fuentes en los correos electrónicos de muchos corresponsales, obviamente muchas mujeres amigas y colegas. A todos ellos mil gracias. Hemos también consultado páginas de la red que contienen anécdotas, fábulas y parábolas y muchos libros de nuestra biblioteca. Cuando conocemos la fuente original la hemos citado; si no la conocemos, pedimos excusas anticipadas a quien se sienta usurpado, pero no es nuestra voluntad hacerlo.

    Hasta el momento sabemos que hemos llegado a los niños y a los jóvenes; al seno de las familias, a los colegios; a los salones universitarios, a grupos religiosos, a las guarniciones, a los hospitales; a las cárceles y aún hasta el monte, a grupos de soldados combatientes. Todas éstas son recompensas morales que nunca sabremos apreciar en forma conveniente; pero estos aprendizajes de nuestros lectores quisiéramos verlos reflejados en cambios reales en el desempeño de alguno de ellos, en una opinión más tolerante, o en una actitud más conciliatoria.

    A todos ellos, a todos esos lectores, agradecimientos infinitos. A los amigos que compartieron los inicios de este proyecto y nos cooperaron con sus ideas, y a nuestros editores, gracias también por darnos la oportunidad de atender retos tan interesantes, que nos hacen sentir útiles a pesar del retiro laboral.

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